Por M. Martínez Euklidiadas
A finales de 1965, Singapur estaba al borde del colapso social. Hacía 20 años que Japón había abandonado el archipiélago tras conquistarlo en 1942, dos desde que se había declarado (por segunda vez) independiente del dominio británico como colonia, y pocos meses del fallido intento de unión con la Federación de Malasia. Salió mal. ¿Su solución? Educación e inversión en tecnología.
Unas décadas después, el Fondo Monetario Internacional (2006) alabó la ruta de Singapur, que había logrado unificar un pueblo con tres etnias muy diferentes, una decena de religiones ‘principales’ y cuatro idiomas oficiales, en un país unido e imparable que crecía a una media de un 9% anual. Cuando llegó la crisis de 2007, Singapur no se vio afectada. Su clave: educación y tecnología.
La relación de Singapur con el talento tecnológico
Esta ciudad-estado es el país que más ricos produce y que más talento atrae del mundo. También es la nación asiática que más crece cada año. A menudo se la llama “la perla asiática”. Su estrategia, desde hace décadas, es tanto la formación interna como la contratación de expertos de fuera (mediante la cual se ahorra sus costes de formación) y les ha funcionado excepcionalmente bien.
Ya en los años 60, el archipiélago de Singapur se convirtió en uno de los motores asiáticos relacionados con la producción de equipos electrónicos. Si el planeta demandaba transistores, ellos estudiaban, mejoraban y producían transistores. Cuando hicieron falta ordenadores personales, el país se convirtió en líder en formación de expertos, y atrajo toda la fabricación esencial.
En el momento en que la fibra óptica fue viable, ellos la abrazaron con fuerza y formaron a un pequeño ejército de ingenieros y técnicos que la desplegaron en una malla que tejía las 64 islas de las que está formado el país. Y lo mismo ocurrió con el 4G, con el 5G y con la movilidad autónoma.
El primer servicio de taxis autónomos del mundo (en beta) estuvo disponible en 2016 en Singapur bajo la compañía nuTonomy. En 2019, el gobierno aprobó más de 965 kilómetros de apertura para continuar las pruebas de esta movilidad. Y, al tiempo, creaba una plataforma de innovación abierta para que institutos locales pudiesen aportar sus ideas al proyecto estatal.