En los últimos años, la Inteligencia Artificial (IA) ha dado pasos de gigante en la imitación del comportamiento humano; tanto es así, que asusta e intimida. Los chatbots y los asistentes virtuales como Siri o Alexa, han pasado de ser novedades de alta tecnología a formar parte de la vida diaria de millones de personas a lo largo de la última década.
Pero los tentáculos de IA no solo convergen aplicaciones en términos de seguridad, análisis de datos, servicios o creación de contenido de todo tipo, también hay algunas que implican complejos debates éticos.
Dentro del último punto se encuentran plataformas como HereAfter que trabajan para, nada menos, que generar versiones artificiales de seres queridos fallecidos a demanda.
Esta empresa utiliza, según sus propias palabras, “sofisticados algoritmos y procesamiento de lenguaje natural para poder replicar (hasta cierto punto la voz) y la forma de expresión de las personas fallecidas”.